El porqué una persona emprende se puede deber a diversas motivaciones: lograr su independencia económica, hacer lo que le apasiona, llevar adelante un cambio en el mundo, entre otras.
Las razones pueden ser muchas, pero lo que queda claro es que para poder lograrlo hay que ser perseverante y valiente para poder atravesar todas las situaciones que se les presenten. La idea que da origen al negocio suele estar sobrevalorada. Lo más importante es la voluntad de plasmarla y de ir aprendiendo sobre la marcha a partir de leer las señales que nos va dando el mercado en que operamos.
Tener una mentalidad emprendedora implica encarar la vida con confianza y aceptar la realidad incierta y cambiante. Las personas que poseen este tipo de mentalidad se ven atraídas por las oportunidades, encaran sus proyectos asumiendo los riesgos que estos implican y enfocan su energía en lo importante para poder salir adelante. Estas cualidades se pueden desarrollar y es fundamental hacerlo porque son claves. Va a haber dificultad siempre, y es la actitud con la que uno la encare lo que va a permitir sortearla y muchas veces salir fortalecido.
Pero entonces ¿cómo podemos desarrollar dicha mentalidad emprendedora?
Ser conscientes de qué nos motiva a emprender. Es decir, si lo hacemos por necesidad o porque detectamos una oportunidad en el mercado. Poner esto sobre la mesa nos permite evaluar el dinero, el tiempo y las expectativas en juego.
Listar cuáles son las ventajas y desventajas que tenemos. Es clave ser honestos con nosotros mismos para no esperar que el emprendimiento genere cosas que no nos va a poder dar. O que al menos no lo va a hacer en los plazos que necesitamos.