Según una nota recientemente publicada en Clarín, que accedió en exclusiva a una nueva medición del Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21, tras 15 meses de pandemia y pese a que 2021 apostaba a ser el año que dejaría atrás el flagelo emocional de 2020, casi la mitad de las y los argentinos aseguran no ser felices ni estar satisfechos con su vida.
Los niveles de felicidad y satisfacción cayeron de un 63% a un 57%. La comparación es anual, entre mayo-junio de 2020 y mayo-junio de 2021, y marca el impacto de la vida cotidiana de los últimos meses en el bienestar emocional de las personas.
Además, por tercer año consecutivo se registró un aumento en los niveles de estrés crónico y agotamiento psíquico de la población.
¿Qué nos viene sucediendo? El aislamiento obligatorio y los cambios en las rutinas laborales y cotidianas nos llevan a que el tiempo se haya vuelto un continuo donde es difícil diferenciar los momentos. Esta diferenciación se daba por cambios de espacio físico, de personas con las que interactuábamos, de tareas que realizábamos. Hoy el zoom y las pantallas representan la mayor parte de nuestras vidas y el esfuerzo de adaptación y reinvención, sumado a la incertidumbre del día a día, nos encuentra abrumados, sobrecargados y completamente superados. No es sólo una realidad local. Un artículo de HBR señala que en el último año, siete de cada 10 trabajadores han experimentado agotamiento.
Si bien hoy en día es un tema central que preocupa sobre todo a las grandes empresas por su impacto en la productividad y los resultados, la Organización Mundial de la Salud ya había reconocido oficialmente el agotamiento psíquico como un síndrome ocupacional, resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo caracterizado por tres cosas:
Sentimientos de agotamiento o agotamiento de la energía.
Mayor distancia mental o cinismo acerca de nuestro trabajo
Eficacia profesional reducida (también conocida como improductividad)
El agotamiento es un problema organizacional, lo que significa que la empresa tiene la mayor responsabilidad al momento de dar respuesta. Pero aún así, cada persona puede optar por establecer límites que protejan su salud mental, física y emocional. Y esto es clave no sólo para quienes trabajan en una corporación sino también para quienes emprenden o lideran una PyME, que tienen una mayor exposición a la inestabilidad laboral y asumen los riesgos de sus negocios.
Al momento de poner límites y priorizarnos, a menudo sentimos culpa. Creemos que en momentos como este tenemos que todos dar una milla extra. Esto es cierto, y es bueno que nos comprometamos para salir adelante en un contexto como el actual, pero muchas veces la culpa se ancla en el miedo al qué dirán; a sentir afectada nuestra imagen ante los demás.
¿Nuestro jefe o jefa se enojará si no respondemos el whatsapp al instante que nos lo mandó? ¿Somos egoístas si no dedicamos 60 horas a la semana al trabajo? ¿Pensarán los miembros de nuestro equipo que si nos tomamos una hora completa para almorzar es que no nos interesa el negocio?
Sin embargo, cuando sólo priorizamos nuestros trabajos en lugar de lo que necesitan nuestros cuerpos y mentes (descansos reales, tiempo con los seres queridos y tiempo ocioso para descansar y pensar) terminamos decepcionando a la persona más importante: nosotros mismos.
Por eso es importante aprender a decir no a las voces en nuestra cabeza y comenzar a tomar decisiones que nos den la energía para hacer mejor nuestro trabajo, tanto cuando nos desempeñamos en una corporación como cuando emprendemos o lideramos una PyME.
¿Cómo tomar las decisiones de lo que priorizamos? Te compartimos una herramienta desarrollada por Carson Tate que incluye una serie de recomendaciones a tener en cuenta antes de aceptar una tarea que nos insumirá tiempo y dedicación extra. Implica tomar el poder sobre nuestras decisiones, a fin de que pese menos el qué dirán o las expectativas de los demás. Por eso, está organizada a partir del acrónimo de E.M.P.O.W.E.R., que alude al empoderamiento, a tomar poder sobre uno mismo.
E – (Evaluate) Evaluar
Cuando tu cara se ponga roja y sientas como si tu cabeza fuera a estallar por tomar una responsabilidad o tarea más, es momento de tomar un respiro y evalúe los hechos. Recuerde que un hecho es un hecho real. Es algo que se puede comprobar mediante observación o medición. ¿Cuáles son los hechos concretos detrás del pedido? ¿Cuánto tiempo se requiere? ¿Cuánta preparación es necesaria? Obtener y evaluar los datos es fundamental antes de embarcarse en la decisión, y menos sintiéndonos colapsados o enojados.
Por ejemplo, si se suma asistir a un evento después de las 19.00hs, es fundamental evaluar pro´s y con´s de asistir, además del tiempo real que me va a insumir, en cuanto a preparación, traslados (si aplica), tareas extra…
M – (My Story) Mis sesgos
Con sesgos nos referimos a esas cuestiones que suponemos que están en juego, desde nuestras creencias y prejuicios, y que hacen a la interpretación de lo que se nos está pidiendo. Estas justificaciones que otorgamos automáticamente a lo que el otro nos dice están atravesadas por nuestras emociones subjetivas. Para tomar la mejor decisión, debemos separar los sentimientos de los hechos. Sobre todo, cuando estamos en situaciones de mucho agobio y cansancio, que en cierta medida nos hacen más vulnerables.
Por ejemplo, al recibir un mensaje de un cliente a última hora del día podemos pensar: “¡Envió este mensaje ahora! No respeta los límites de la vida laboral y personal porque espera que todos estén disponibles y trabajen las 24 horas del día, los 7 días de la semana y no damos a vasto con lo que nos pide". Para separar los hechos de los sentimientos, podemos volver a leer el mensaje con atención. ¿Pidió que respondieras de inmediato? ¿O estamos haciendo suposiciones impulsadas por nuestras propias ansiedades? Es importante ver qué estamos poniendo nosotros en el pedido del otro y evitar contestar desde el impulso.
P – (Priorities) Prioridades
Una vez que tenemos claro qué es lo que nos piden, más allá de nuestras inferencias, estaremos listos para considerar si vale la pena aceptar hacer lo que nos piden. Este es el punto donde muchas veces nos movemos a aceptar por esa culpa o ese miedo que nos hace aceptar aunque preferiríamos no hacerlo. Hay que detenerse y evaluar la prioridad de la tarea que se nos pide que hagamos. ¿Cómo se alinea esto con nuestras responsabilidades y tiempos, con los objetivos estratégicos de la organización y/o con nuestras necesidades personales?
Por ejemplo, en el caso del evento, tenemos que pensar si es estratégico para la empresa y/o se alinea con las prioridades profesionales. Si el evento no se alinea a estas prioridades e implica horas adicionales que serán más agotadoras que energizantes, deberíamos considerar declinar la invitación.
O – (Opportunities) Oportunidades
Podemos dar un paso más en el razonamiento y pensar en las oportunidades que puedan abrirse si aceptamos o rechazamos la solicitud. Es decir, ¿qué puertas me abrirá si participo? ¿Me permitirá avanzar en mi carrera, desarrollar una nueva habilidad o construir nuevas relaciones? ¿O está poniendo foco en algo que requiere atención adicional en mi vida personal?
Por ejemplo, si asistiéramos al evento, podríamos fortalecer habilidades para establecer contactos y conocer a líderes de otras áreas de la organización. Pero si lo rechazamos, podríamos tener una noche relajante con amigos o familia, y hacer un trabajo aún mejor en un proyecto que esté alineado con las habilidades y capacidades que deseamos desarrollar. Hay que sopesar el costo-beneficio de cada decisión y elegir la que se alinee con los objetivos que consideramos más importantes.
W – (Who) El autor del pedido
¿Quién está haciéndonos el pedido? ¿Cuál es nuestra relación con esa persona? ¿Qué está en juego en la relación si decimos que sí o que no? Responder estas preguntas nos ayudará a determinar la mejor forma de enmarcar nuestra respuesta, sobre todo en caso de que sea "no".
Si por ejemplo, la invitación al evento la está haciendo nuestro gerente, y decidimos rechazarla, es posible que debamos justificarle la decisión. Esto nos permitirá explicarle nuestras razones y establecer límites saludables sin parecer desdeñoso con su invitación.
Podríamos decir: “Agradezco la invitación para asistir al evento. Tengo tres proyectos para finales de esta semana e iba a utilizar este tiempo para prepararme. Pero veamos en qué puedo colaborar sin asistir al evento."
Si la invitación al evento, en cambio, proviene de un compañero o amigo del trabajo, lo que está en juego puede ser menor y seguramente nos será más fácil explicar respetuosamente por qué estamos rechazando la invitación, no requiriendo conversaciones adicionales.
E – (Expectations) Expectativas
Las expectativas, aquello que esperamos que suceda a partir de lo que decidamos, influyen al momento de decir sí o no. Por eso es importante aclarar y analizar nuestras expectativas, diferenciándolas de las expectativas que tienen los demás sobre nosotros.
Por ejemplo, si sabemos que los directivos de la empresa esperan que los miembros del equipo sean visibles en eventos corporativos, esto podría hacernos aceptar la invitación al evento. Sin embargo, si nos damos cuenta de que son más presuposiciones sin fundamento que tienen que ver con nuestra auto exigencia de no defraudar, podemos sentirnos más cómodos y confiados al momento de rechazar.
R – (Real) Realista
Todos tenemos las mismas 168 horas a la semana. Cada vez que decimos que sí a algo, estamos diciendo que no a otra cosa. Tenemos que ser realistas sobre las implicancias de cada decisión. “¿Qué es lo mejor y lo peor que podría pasar si dijera que sí o no?”, es la pregunta que tendríamos que hacernos. Este es un paso final esencial para asegurarnos de considerar cuidadosamente las implicancias tanto positivas como negativas en cada decisión.
Si decimos que sí a asistir al evento, por ejemplo, lo mejor que puede suceder es que nos ayude a avanzar en la carrera. Si dice que no, lo peor que podría suceder es que nuestro gerente podría cuestionar nuestra lealtad a la empresa, pero también hay que tener en cuenta que en estos casos hay formas de justificar el porqué de la decisión y evitar potencialmente este resultado. Al final, la pelota está en nuestra cancha y debemos aprender a establecer límites que nos resulten adecuados y agradables.
La culpa y los “debería” nos llevan a comprometernos demasiado, y cuando nos comprometemos en exceso, la calidad de nuestro trabajo y nuestra vida se ve afectada. Evitemos que los "debería" socavar sus decisiones y tomemos el poder sobre nuestras elecciones. Es un gran primer paso para combatir el stress y un gran ejercicio de aprendizaje que seguramente nos ayudará a una mejor calidad de vida no sólo durante la pandemia sino también una vez que la nueva normalidad sea plenamente realidad.
La pandemia nos trajo muchos aprendizajes, sobre todo, desde mi opinión, que no podemos con todo y que debemos priorizar nuestras tareas para poder tener un balance de nuestra vida personal y laboral. El foco tiene que estar puesto en nosotros mismos, como así también en nuestras limitaciones. Somos una persona, que tiene vida laboral y personal. No nos podemos dividir. Tenemos que aprender a potenciar ambas, sin descuidar una por otra. ¿Tarea difícil no? ¡Pero tenemos que comprender que no es imposible, y vale la pena!
Julieta Balado
Gerente de Transformación Organizacional
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