Diciembre 2019 se vuelve en mi memoria mucho más lejano de lo que solía percibir en otras ocasiones el cierre del año anterior. Siento que algo se quebró a partir de la primera pandemia que se desarrolló en un mundo donde los desplazamientos a lo largo del planeta se daban a una velocidad sin precedentes.
Desde la antigüedad los humanos buscamos ir de un lugar a otro, por curiosidad o por necesidad. Por propia voluntad o huyendo. La globalización trajo la esperanza de un mundo sin fronteras en el que las culturas se entremezclan, y con conflictos, marchas y contramarchas, e importantes impactos en el medio ambiente y en lo social, varias décadas fueron consolidando ese mundo móvil.
Según la ONU, en la actualidad, el número de personas que vive en un país distinto del de nacimiento es mayor que nunca y alcanza 272 millones según los datos del 2019, más de un 20% más que en el 2010. Por otro lado, en 2019 se registraron 1500 millones de llegadas de turistas internacionales en el mundo. A veces pienso que vistos desde lejos hace un año atrás nos pareceríamos a interminables filas de hormigas que recorren de un lado al otro el planeta.