La empresa de familia ha sido un ámbito donde la mujer pudo desplegar, de maneras más o menos visibles, sus capacidades para llevar adelante un negocio. En este sentido, ha sido una oportunidad para muchas de desarrollar un proyecto que trascendiera las tareas del cuidado doméstico y la crianza de los hijos. No obstante, la desigualdad de género de atravesó y sigue atravesando muchas de sus prácticas.
El salto de la cocina a la oficina.
Las mujeres al frente de las empresas familiares fue un suceso a consecuencia de la ausencia de otros personajes que pudiesen hacerse cargo del negocio.
En muchos casos, esta situación les permitió despegar su potencial al máximo y enriquecer su capacidad emprendedora.
La mayor parte de las empresas familiares han sido “fundadas” bajo la influencia de la estructura moderna. En la mayoría de los casos, el hombre continuó siendo el proveedor y líder del negocio, y la esposa posicionada en el rol de cuidadora del hogar y los hijos. Muchas veces, estas mujeres colaboraron activamente en la etapa emprendedora de la empresa al aportar trabajo o capital. Aún así, este rol que desempeñaron como fundadoras quedó invisibilidado, en un segundo plano; o desvalorizado en términos económicos y sociales.
En este sentido, las empresas familiares no quedaron ajenas a los roles del trabajo y la familia que están instaurados en la sociedad y la matriz cultural atravesará a la empresa a la hora de definir la continuidad.
Si bien ha comenzado a cambiar, aún son los varones mayores de la familia de quienes se esperan que asuman la continuidad del negocio. También sucede que cuando se trata de mujeres preparadas para ejercer esas posiciones y con ambición de hacerlo, muchas veces no se dan ellas mismas la oportunidad de pensar qué es lo que verdaderamente quieren para sus vidas o cuánto de sus decisiones están atravesadas por los mandatos familiares y sociales.
Hay una realidad, en las empresas familiares, el costo de “revelarse” de los mandatos, se vive con mayor miedo y culpa, en tanto implica no sólo herir o defraudar a la familia, sino también poner a la vez en jaque las decisiones de quienes están liderando la empresa.
Pero aún en los casos en que las mujeres de la familia elijan no participar activamente de la gestión del negocio, estimular su participación a nivel de gobierno de la empresa, en su rol de propietarias, es fundamental. El tener una mirada del negocio no involucrada en el día a día puede constituir un aporte fundamental en la toma de decisiones estratégicas que muchas veces queda invisibilizado en charlas informales o conversaciones de almohada.
A seguir caminando.
Hoy en día el desafío que trae el debate sobre la igualdad de género es principalmente repensar los roles de hombres y mujeres tanto a nivel de la familia como en el ámbito social, económico y político.
Estamos asistiendo a un profundo cambio en relación con la composición de las familias que está impactando inexorablemente en sus empresas. Los linajes y jerarquías familiares no deberían ser un obstáculo para el negocio ni poner en jaque dicha supervivencia.
Las empresas, por su parte, enfrentan mayores dificultades para sobrevivir y quienes participan en ella deben poder hacerlo aportando su capacidad y compromiso en donde mayor valor crean.
El debate por la igualdad de género, como decíamos, implica vindicar el derecho de cada ser humano a elegir su proyecto de vida, más allá de los mandatos y revisar nuestras organizaciones e instituciones de cara a ello. En las empresas familiares, la incorporación de nuevas generaciones es una oportunidad única para que cada uno de sus miembros pueda elegir, poniendo sobre la mesa lo que puede, quiere y sabe aportar, más allá de mandatos, prejuicios y condicionantes. Sólo así podrán superar la cultura del linaje y recrear el propósito de la nueva generación.
Laura Gaidulewicz, Directora de Binden Group.
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