La resiliencia es una palabra que me identifica. Quizás por crecí en medio de relatos de sobrevivientes a la guerras. Tal vez por las situaciones personales que marcaron mi historia. Siempre creí que el mundo era para "los resilientes", porque es allí donde la valentía cobra sentido y no es sólo puro coraje.
Y la resiliencia poco tiene que ver con las emergencias. Las empresas se esfuerzan para estar siempre preparadas ante las emergencias. Ante aquello que puede funcionar mal. Ante el error. Para eso generan procesos y protocolos que guían el accionar ante las emergencias y para resolver lo que funcionó mal o subsanar el error que se cometió. De esto se trata la mejora continua.
Pero en un mundo de alta incertdumbre, donde el factor sorpresa reina y es motivo de ansiedad, de parálisis o de respuestas impensadas, la resiliencia cobra primer plano. Es esa capacidad de transformarnos positivamente a partir de sobrevivir acontecimientos impredecibles y traumáticos.
